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¡Solavaya... se fue la valla!

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA, y de EL ATICO, diario, por WQBA 1140 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.

Posted on Jan.22/2011

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Duró 24 horas. O como dice el refrán, lo que un merengue en la puerta de un colegio. ¿Qué? Pues la valla que la Alianza Martiana colocó en la 37 Avenida y la Calle 4 del Northwest en Miami, en reclamo de la libertad de los cinco agentes cubanos condenados por terrorismo a largas penas de cárcel en Estados Unidos.

La Alianza Martiana es una organización pro-castrista radicada en Miami, Florida, y la dirige Max Lenisck, inicialmente un exiliado cubano que salió temprano de La Isla a principios de la Revolución, pero que hace mucho tiempo cambió de orientación ideológica para convertirse en un aliado de ella y defensor de Fidel Castro, pero desde costas ajenas a Cuba.

Según Lesnick, la valla, propiedad de ClearChannel, fue retirada de los jardines del cinódromo de Miami por presiones del flamante congresista republicano por la Florida David Rivera y del activista anticastrista Saavedra, que preside su propia organización, Vigilia Mambisa. La decisión fue de los propietarios del centro de esparcimiento, no de la compañía que renta la pancarta publicitaria.

El billboard, instalado el miércoles 19 de enero del 2011, exhibía las cinco efigies de los presos detrás de una estirada bandera cubana, todo a lo que acompañaba la leyenda FREE THE CUBAN FIVE; en español sería “LIBEREN A LOS CINCO CUBANOS”. La Alianza Martiana pagó a ClearChannel $1500 dólares por un mes. Esto lo reveló Lesnick, que estuvo plañideramente saltando de un medio a otro de Miami, y quien hizo de vocero de su pena y de lo que él mismo llamó una derrota para los castristas, tras la remoción del anuncio. El histórico PR de Castro en Miami participó telefónicamente en el noticiario matutino que conduce Félix Guillermo en la emergente WORN Actualidad 1020 AM de la Capital del Sol y, al día siguiente, después de mucho tiempo en su vida visitó la antológica WQBA 1140 AM, una emisora de Univision Radio, para llorar su desconsuelo en el espacio “Pedaleando con Bernie”, de la periodista cubano-americana Bernadette Pardo donde, por cierto, Lesnick aceptó una especie de duelo con la exiliada Cary Roque, superviviente del severo presidio político cubano. Como todo quien defiende lo indefendible, Lesnick salió muy mal parado.

Ni siquiera esgrimiendo el derecho a réplica, Lesnick mereció sus 15 minutos de fama en los citados medios que él vitupera consuetudinariamente, y también a sus personalidades. Lesnick le llama "la televisión cloaca" a los canales MegaTV y AméricaTV Canal 41, de Miami. En este último Guillermo y Oscar Haza protagonizan espacios. A Oscar Haza, Lesnick —irrespetando sus propias canas—, jamás le llama por su nombre, sino El Dominicano Tibor Sin Asa. En verdad, no nos sorprende: Lesnick no hace otra cosa que seguir la senda de vulgaridad de su barbudo maestro de La Habana, al que admira sadomasoquistamente y con fascinación cuasi femenil.

De arrancada, mi primera reacción fue lamentar la retirada de la valla en tanto que un acto de sometimiento de la libertad de expresión, al amparo de la prodigiosa enmienda de la constitución norteamericana que defiende y garantiza el derecho de cada quien a manifestar sus pareceres. Pero, a la vez, in a second thought, casi de inmediato, celebré el acto. Ocurre que la libertad de expresión no es una avenida expedita a todo lo que nos venga en ganas en materia de manifestación abstracta o física. Todo el mundo tiene derecho a hacer el amor… mas no en medio de la calle. Todo el mundo tiene derecho a usar la palabra, mas no las soeces públicamente. Y así y así…

De modo que colgar una valla que defienda una proyección ideológica, no significa que la libertad de expresión la pueda amparar si su mensaje es una apología de la afrenta. Eso fue la valla de los 5 terroristas cubanos que la Alianza Martiana tuvo el desatino de apadrinar y financiar.

Los cinco defendidos de la Alianza Martiana —y no vamos ahora a detallar sus nombres ni sus condenas— , a pesar de todo lo que aluden los acólitos de la dictadura de los hermanos Castro en Miami, sí contaron con un juicio justo y con todas las garantías procesales típicas del sistema judicial norteamericano. Así, quedó demostrada fehacientemente su culpabilidad y su perfil de terroristas. Uno de ellos incluso penetró la organización Hermanos al Rescate y sobre sus hombros pesa el crimen del derribo de las avionetas en aguas internacionales el 24 de febrero de 1996.

Por otra parte, aunque Lesnick dijo en el programa de Bernadette Pardo que él no apoya a la dictadura de Castro —cuán mortificante falacia de un ser que no respeta ni su ancianidad—, el papagayo floridano del vitalicio covalesciente tirano de La Habana, intentó demostrar que la ubicación de la valla en Miami no perseguía irritar u ofender a la gran parte de la ciudadanía local víctima de la dictadura más vieja del hemisferio, cuando verdaderamente ése era su propósito. Lesnick dijo que la idea de la valla era exponer “la realidad” de “los cinco” a personas que desconocen el caso.

Entonces, mejor la habría puesto en Washington…

¿El derecho de expresión? Claro que existe. Sólo que a nadie se le ocurriría colocar una valla abogando por el excarcelamiento de O. J. Simpson en Los Angeles, o el perdón a Osama Bin Laden en New York.

Losers. Perdieron. Perdieron otra vez, y van a seguir perdiendo porque tanto a Max Lesnick y al minúsculo grupo de defensores de la tropelía institucionalizada que por más de 50 años ha regido a Cuba, ya todo lo que les queda y decora es la decadencia inherente a los estertores del castrismo. Ya nadie les escucha, ya nadie compra sus historias, ya nadie, simplemente, les hace caso. Se pasan la vida criticando a Miami y a sus verdaderos cubanos —Lesnick volvió a decir que Miami es “la capital del odio” en su editorial en el enclenque espacio radial que en la ciudad tiene la Alianza Martiana— y define al exilio como anacrónico en sus posturas, mientras que a sabiendas cierran los ojos al hecho de que LO CADUCO es la revolución de Castro, impávida, inmutable, impertérrita, hermética, blindada, congelada en su momento de 1959, incapaz del más mínimo cambio y de la más pálida intención de remover ni siquiera un poco de la obsoleta dirigencia de archivo para darle paso a sangre joven, aún comunista.

Si Miami pudiese ser calificada de inamovible en su pose ideológica es sólo porque reacciona al mismo pie forzado de hace 5 décadas. Pero no se crea que los del eco castrista en la Capital del Sol están ciegos; ellos saben muy bien lo que hacen y lo que dicen, aunque realmente asombre por qué. Cada uno tiene sus propias motivaciones. Unos, negocios… otros, adicciones… otros porque son agentes con esa función… y otros porque simplemente no pueden vivir sin la montada tiránica del macho que su siquis ávida de sometimiento demanda para sostener su existir. Allá ellos que han escogido cubrirse de lodo de pies a cabeza y continuar revolviéndose como el cerdo en la orgía política de inmundicia que les alimenta y perfila.

Perdieron, decimos otra vez.

Ellos dicen que quien quitó la valla y celebró su retiro es la ultraderecha de Miami, que tiene poder ejecutivo. No es la ultraderecha de nada, sino la gran mayoría de ese Miami compuesto por gente en todos los estratos, lo mismo cubanos de dinero que cubanos de a pie, pero exiliados de veras que tienen un sentir común. Es un espectro ciudadano que abarca desde quien zigzagea cada mañana entre warehouses con su furgón de lunch, hasta el presidente de un banco. La valla de la Alianza Martiana —by the way, qué ofensa que se llame así…— fue un error táctico y estratégico de los pocos comunistas y castristas de Miami.

Pero lo bueno es que la valla —¡vaya!— se volvió contra sus propios promotores. La valla subrayó su esencia de minoría, su carencia de poder y falta de de convocatoria. No tienen sentir en una comunidad que a la larga, noble y ocupada en sus cosas los tolera, a pesar de que debería ignorarlos más de lo que lo hace. Claro, eso ellos no lo van a admitir nunca. Solo se queda en su hora vespertina de rabia fingida Edmundo García en su programa “La Tarde se MUERE”, convertido en la reencarnación de Alvaro Sánchez Cifuentes con los decibeles de cinismo aumentados… solo se queda Aruca con sus peroratas pretendidamente pedagógicas de la política norteamericana relacionada con Cuba para demostrarle a un público chiquitico —como él— que las cosas van en la dirección de su reinterpretación de los hechos… solo se queda Gonzalo Lorenzo con los artículos que se lee a sí mismo para su propio deleite… solo se queda Roberto Solís con sus juicios manipuladores —pésimamente leídos por demás— y su mal disimulada rabia… solo se queda un pobre diablo como Indamiro Restano, quien pasó años preso para después, incapaz de mantenerse a sí mismo en una sociedad capitalista, devolverse a los brazos de su victimario… sólo se queda Andrés Gómez rumiando su inadaptación y sus complejos raciales... solo se queda Lesnick en una senectud sin decoro, por lo que hace y por lo que dice, y por su enfermiza admiración por Castro. Qué patética nómina. Y así sigue la catilinaria de otros que ni vale la pena mencionar porque sus nombres y prominencia están a una pulgada del anonimato. Alienados. Resentidos. Contrariados. Acomplejados. Desheredados. Apestados. Inadaptados.

Qué triste existencia la de este sindicato de la deshonra: salir huyendo de algo a lo que luego regresan pero en lo que tampoco pueden vivir. Ése ha de ser el verdadero infierno en la Tierra, no el que describe Dante en la Divina Comedia... una desazón diaria, un mal vivir, un roña, una quemazón interna que supongo intolerable. Además, si tanto les mortifica Miami… ¿por qué insisten en vivir aquí? Cuán distintos, cuán plenos y qué lejos de ese sentir somos y estamos los verdaderos exiliados cubanos, que pudimos llegar al exilio cuando, no según nuestra voluntad sino cuando la oportunidad tras una penosa espera, llegó. En contraste estos personajes, descontentos con lo que en Miami ocurre, pueden marchase cuando les venga en ganas, nadie se los impide y, sin embargo, no lo hacen. Eloy Gutiérrez Menoyo tiene más vergüenza que todos ellos juntos, porque por lo menos se instaló en Cuba, lejos del Miami que aborrece. El propio Castro le llama a eso ser consecuente con los principios. Pero estos caracteres no quieren renunciar a las comodidades de aquí, lo que ipso facto, descarateriza su condición ética. Aceptar favores de lo que se desprecia es no tener moral... es una manifestación del caradura. Peor: mirado más detenidamente, un modo de prostitución. Un puente invisible de miseria humana enchufa a la brigada de focas amaestradas de Castro en Miami con la de La Habana, integrada allá con personajes tan abyectos como Formell, Alarcón, Barredo, Alonso y Taladrid. Ahí van todas, aleteando en coro, su apología a lo injustificable. Ahí van todas, con su misión de turno, defendiendo a los cinco ¿latinos?, e intentado demostrar por carambola que es válido y legítimo que el mismo hombre haya gobernado sin alternativa a tres generaciones por medio siglo. Ahí van todas tratando de solapar lo irrebatible de una historia patente de dolor y tragedia, que justifican diciendo qu los capítulos que la perfilan fueron errores del pasado que ya no se comenten.

Solos se han quedado. Porque esta vez ni un pobre turulato como Juanes abrió la boca. Lo único que nos resta decir es, como cuando pasa la lechuza… ¡solavaya, se fue la valla!

 
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