click on header to go back to articles index

 
SOPA Y PIPA
No creemos que las dos propuestas de ley
para regular y detener el robo de propiedad intelectual y de bienes a través de la Internet,
sea la bala de plata al problema.
Con SOPA y PIPA, tenemos más que perder
que ganar, y la Internet se desfigurará.
Posted on Jan.24/2012

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA que se transmite
cada sábado de 2:00pm a 3:00pm ET y cada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET,
y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 6:00pm a 7:00pm ET,
ambos por WQBA 1140 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio

El 18 de enero de este año según mi rutina, antes del amanecer ya estaba sentado frente a mi computadora para agenciarme la información que necesito para llenar el perfil de mi ocupación.

Y me fui a Internet...

Primero me encuentro que el logo del buscador Google estaba cubierto por una banda negra horizontal, que muchos cibernautas interpretaron como una señal de luto. No. Era justo la banda que antes del advenimiento del programa de manipulación de imágenes Photoshop se colocaba sobre los ojos de fotografiados para publicar en la prensa, de los cuales por diversas razones se protegía su identidad.

Anyways… esa banda negra —antes un trocito de papel— es un modo de censura.

Varias veces al año, el logo de Google adopta una figuración en concordancia con la fecha. La palabra hecha con pavos no necesita de más indagación: es el Día de Acción de Gracias en los Estados Unidos. Y el banner del más popular de los search engines decorado con el símbolo del átomo puede ser una alusión tan elemental como la celebración del natalicio de Einstein. ¿Qué era esta banda negra pues?

Quien cliquee sobre el logo de Google en circunstancias así averiguará el por qué de su apariencia si no lo sabe.

Click…

Me enteré pues que era el modo de alertar del buscador sobre dos leyes cuyos acronismos son SOPA y PIPA que pretenden regular la explotación de la información en la Internet. El enfoque de Google —cuyos argumentos deben haber convencido a su favor a muchos de sus usuarios ese día—, era sombrío: SOPA y PIPA, en virtud de proteger la propiedad intelectual y de poner un alto a la piratería de la información, por su proyección generalizadora encarnarían un modo de censura que terminaría empobreciendo o tal vez aniquilando muchas de las más grandes y valiosas fuentes informáticas online.

Justo en el dialogue box que hablaba de esto se podía llenar un par de Stanford’s bars para la recaudación de firmas para evitar el enforzamiento de esas leyes, acción que inmediatamente tomé. Ese mismo día, con tal de alertar a los navegantes en la red de los peligros de las leyes, Wikipedia estuvo fuera de la ned electrónica por 24 horas. Más de 160 millones de personas se enteraron de la protesta y, por ende, se vieron impedidas de usar su información.

SOPA y PIPA. Yes, así como se leen y suenan en español, aunque las siglas son en inglés. ¿Qué son? Sopa y Pipa, caray…

Vulgarizando: me suena a dos jineteras maleconenses que trabajan juntas —puedo imaginar la especialidad de Pipa; la de Sopa… hmm, no tanto—, o podrían ser aquel par de hermanos huérfanos y callejeros, desvalidos mentales, de uno de los pueblos del pasado de cualquiera de nuestros países, de los que todo el mundo se burlaba, pero a los que todo el mundo quería.

Sopa y Pipa también podrían ser un dueto de delicuentes a lo Bonnie and Clyde, o dos de luchadores por los derechos laborales, de origen napolitano que, por anarquistas, los llevaron a la horca. No sé, cualquier cosa, ironías aparte, pero el caso es que desconfío de Sopa y Pipa.

SOPA es el acronismo de Stop Online Piracy Act, o sea la Ley para Parar la Piratería Cibernética, mientras que PIPA significa Preventing Real Online Threats to Economic Creativity and Theft of Intellectual Property Act (Ley para Prevenir la Amenaza Real Contra la Creatividad Económica y el Robo de la Propiedad Intelectual). Cabe recordar que la palabra Act (acta) que encabeza tales legislaciones, en Estados Unidos es lo mismo que Ley.

Tanto SOPA como PIPA son propuestas de leyes. Esto significa que su ejecución pende de aprobación, y que tienen que ser discutidas en la cámara antes que la apruebe el ejecutivo.

SOPA fue propuesta por el congresista republicano de Texas Lamar S. Smith con el próposito de combatir el tráfico de propiedad intelectual en la red y el contrabando de bienes (es bueno recordar también que en el lenguaje jurídico norteamericano el verbo “traficar”, muy amplio, alude actividad ilegal, y es generalmente relacionado con el lucro no autorizado por los propietarios o autores de la entidad o cosas de las que los usurpadores se benefician con su explotación y manejo). Según la terminología legal, el llamado título del bill, reza: Para promover la prosperidad, creatividad, la voluntad emprendedora y la innovación, y combatir el hurto de la propiedad de los Estados Unidos y otros propósitos.

El código de identificación es 3261.

La propuesta fue presentada el 26 de octubre del 2011. En términos generales, la ley procuraría regular el uso de banners, de buscadores, proveedores y enlaces, así como la descarga de material. En consecuencia se infiere que promovería mediante pago y/o autorización de la fuente original la explotación o acceso de estos elementos. Los infractores —quienes se aprovechen sin consentimiento o retribución de alguna índole de estas componentes de la red— enfrentarían una pena máxima de hasta 5 años en prisión.

Los proponentes de la ley aseguran que ésta redundaría en empleos y remuneración, sobre todo si se aplica a websites o sitios en el extranjero, ya que la legislación no se desborda internacionalmente sino que tiene su máximo acento en la escena cibernética estadounidense.

PIPA, por su lado, ataca el contrabando de bienes en la red. La propuesta de ley es originaria de senador demócrata por Vermont Patrick Leahy, y fue presentada por él bajo el código 968 el 12 de mayo del año pasado. Hasta ahora carece de enmiendas. PIPA protege más el tráfico de mercancias de firmas y de marcas registradas.

Entre una y la otra según su conveniencia, la industria discográfica y el mercado de la música en general, las entidades que viven de la imagen fija o en movimiento, como fotógrafos, la televisión y el cine, la industria y mercados farmacéuticos norteamericanos, y algunas marcas de productos, manufacturadores y comerciantes, apoyan la ley. Por razones obvias tienen que ser defensores de ésta…

Pero quien se opone a ella es lo que podríamos llamar la comunidad cibernética internacional, los gestores de blogs, de websites y de páginas de expresión, intercambio y servicios.

Los detractores de SOPA y PIPA ven con preocupación que ambas leyes, de ser puestas en vigor, puedan matar la esencia de la Internet tal cual la hemos conocido hasta el presente, a la medida de su crecimeinto. No se puede olvidar cuán limitada era todavía la Internet en 1995, cuando Microsoft lanzó Windows 95, el primer sistema operativo que masificó la navegación a través de browsers como Netscape y Explorer, y cómo desde entonces se ha convertido en la mayor fuente de consulta de la historia de la humanidad.

Mi oposición a ambas leyes no puedo separarla —qué pena— de la experiencia personal; siempre termino arrastrando una tara ideológica por haber vivido más tiempo del tolerable bajo un regímen totalitario. Éstos gustan de las soluciones de todo o nada… como pasaba —y todavía— en la Cuba castrista que conocí.

Podría citar muchos ejemplos para calzar esto que digo, pero sólo me basta uno: A mediados de los años 80 Castro creó la “Reuniones con los Directoras de Empresa”, un evento en el Palacio de las Convenciones en La Habana, cuyo propósito —en teoría— era despachar ante las cámaras de la televisión nacional los asuntos de las empresas con sus directores. Naturalmente, estos encuentros no eran otra cosa que juzgados al mejor estilo fidelista para destituir el alto mando de cada entidad y ramo que no se ajustara a sus restricciones y, de paso —y como siempre—, culpar a sus gestores y protagonistas de los males económicos de la nación y de su ineficiencia en los servicios, para sacar el foco de donde en realidad radicaba la madre de todas las dificultades: el propio Castro y su obra.

En una de aquellas citas, Castro emprendió su diatriba contra uno de los sectores del transporte que tenía entre ceja y ceja, el de los “Porteadores Privados”. Los Porteadores Privados, dicho lo más llanamente posible, eran los camioneros particulares, uno de los poquísimos gremios laborales que supervivieron a la estatización de 1960. Estos camioneros trabajaban con los viejos camiones norteamericanos de antes de 1959, maltrechos, renqueantes, adulterados y carentes de acceso a piezas de repuesto, muchos de ellos con 40 años de uso hasta la fecha pero que, paradójicamente, eran el vector crucial de la llamada cadena puerto-economía interna, es decir, los vehículos que sacaban los insumos de estiba al pie de los mercantes en los muelles de La Habana —madera, harina, fertilizantes, maquinarias, enlatados, etc. —, y los llevaban a los almacenes o a las industrias. Según Castro, un grupo de porteadores privados estaban violando la legislación que garantizaba sus funciones.

—Aquí los tengo, con nombres y apellidos —reveló Castro entre amenazador y ufano por sabérselas todas como Dios, mientras alzaba la hoja de papel con la lista—. Son veintisiete —precisó.

OK. Inmediatamente, en concordancia con su modo de gobierno oral, Castro decretó disolver a los porteadores privados en vez de llevar a corte a los 27 infractores. 27 contra miles. O todo o nada…

Por eso creé esta valla imaginaria que rechaza a SOPA y a PIPA.

En los últimos tiempos —no sé por qué— he visto moverse poco a poco a la legislación norteamericana en esa dirección. El HRS no discierne hoy entre una nalgada correctiva de los padres al chico de 5 años que cruzó la avenida en medio del tráfico pesado en el afán de que no lo haga más para proteger su vida, de la entrada de batazos que mandó de cabeza al hospital o al cementerio a un menor, propinada por un progenitor alucinado. Y qué digo del concepto de Politically Correct…

Hacer un paralelo mano a mano entre la proyección de las leyes norteamericanas del Siglo XX con, por ejemplo, la “Legalidad Socialista” de la Cuba de Fidel Castro, es innoble y puede resultar exagerado. Pero cuidado, que todo comienza con lanzarse besos con la mano.

Es cierto que la piratería cibernética es un hecho, una realidad que se infla proporcionalmente justo al paso del crecimiento de la mismas carreteras electrónicas por donde corre. El cóctel perfecto de softwares y hardwares de vanguardia la incrementa. El bien llevado matrimonio de programas y aplicaciones inteligentes con las computadoras cada vez más veloces y versátiles, y nuevos y portentosos aparatos como los teléfonos celulares listos y las tabletas, constituyen la bandeja ideal para el robo de propiedad intelectual de toda índole.

El uso por ajenos de lo que otro ingenió o escribió sin remuneración para su autor en tanto que quien se lo apropia a lo mejor sí recibe retribución monetaria y ni siquiera tiene la cortesía de mencionar la fuente original, está hoy, como ilustra la vieja frase, a la orden del día.

Eso, está mal. Y hay que cortarle el paso.

Entendemos que Wikileaks ha sido un ingrediente de esta SOPA hirviente, que tiene a una PIPA exhalando humo. Todo tiene un límite. No se puede invocar la Primera Enmienda ni el derecho a la libertad de expresión revelando informaciones sensibles de estado que comprometen no sólo a un gobierno, sino a la estabilidad del orbe. Pero para eso están las otras leyes, para encausar y condenar a quien se le vaya la lengua…

Mas, a mi modo de ver, SOPA y PIPA representan una sofisticación legal innecesaria. ¿Para qué fue creado entonces el copyright? ¿Vamos a hacer como Castro, castigar a la enorme legión de beneficiarios de la red por… veintisiete camioneros?

SOPA y PIPA coartan en esencia los blogs, una de las formas supremas de expresión humana en los miles de años de nuestra civilización. Las plataformas informáticas online plantean, es verdad, muchas preocupaciones y dolores de cabeza: el ya citado robo de ideas y de escritos, la desfiguración del original, las imprecisiones y hasta la calumnia. No todo es creíble ni genuino en la web. Estos componentes, batidos a partes iguales o no, desembocan —¡oh!— en la DESINFORMACION. Es un resultado desconcertante, todo lo contrario de la zapata sobre la que se erigen y lo que habrían de ser, esto es, un enriquecimiento de la información sana de la que partieron. Pero ni siquiera esto justifica una probable legislación que someta y empobrezca el conjunto.

Uno de los detonadores de SOPA y PIPA es la piratería en la música. Las discográficas —¿debemos seguir llamándoles así?— estarían de plácemes si se aprueban esta leyes. A la industria de la música le corresponde el triste honor de haber sido la pionera en tanto que pasto de la piratería. ¿Han olvidado ya the Napster affair y Kazaa hace ahorita 20 años? Luego vinieron otros servidores que “compartían” música, como Limewire (pero tampoco es cierto que fue la piratería la que mató la compra de discos; un mal independiente lo hizo: la desaparición del sentimiento de colección).

Es indiscutible que da trabajo y parecería infructuoso atacar caso por caso. SOPA y PIPA son una suerte de pátina hormonada y generalizadora del copyright, lo que la hace más dúctil. En parte, es una solución holgazana al problema. Puede ser por ello mismo, efectiva… pero lleva en suspensión una gran dosis de injusticia. El viejo concepto de “pagar justos por pecadores”, sí, es eficaz, pero también injusto.

Siempre ha habido una salomónica vía para poner las cosas en su lugar... pero demanda profundidades. SOPA y PIPA proponen una menos empedrada y por tanto más tentadora. Las asunciones que aplican rasero común siempre desaguan en lo arbitrario, en lo leonino. Imaginad que bajo la idea de que resulta difícil capturar y encarcelar a un criminal no lo hagamos a ninguno… o lo hagamos a todos los ciudadanos como medida preventiva.

Al sujeto que SOPA y PIPA pretenden domar se le puede poner carbón a otras cuestiones semejantes que —sobre todo— con el desarrollo del Siglo XX han planteado la misma encrucijada. Por citar un solo ejemplo: el automóvil. ¿Vamos a legislar en general contra el automóvil y prácticamente abogar por su desaparición porque es el instrumento de muerte y excesos de miles de personas cada año en muchos países del mundo? Las dos leyes, si son aprobadas y se ejecutan con este nivel de ceguera que parecen tener, van a empobrecer a la Internet.

A quienes le señalan al medio los defectos ya mencionados encima, le aconsejamos que lo usen a discreción y que simplemente… aprendan a ser selectivos. En lo personal, prefiero que me roben mi contenido a que la Internet se convierta en una plaza árida y trabajosa. Y quien quita que después de la decantación que proponen SOPA y PIPA… nos quedemos con lo peor.

En mi website iFriedEgg.com hay un artículo escrito por este servidor sobre los autobuses ingleses Leyland en La Habana, tan extenso y bien documentado, que posiblemente no exista en la red otro igual.

Aunque el sujeto parece banal, a la larga aborda un período histórico de un país y por tanto es una fuente de consulta para completar otros análisis. Según las estadísticas de mi servidor GoDaddy —que, by the way, inicialmente apoyó las leyes y luego se retractó— es el artículo más leído en mi página. He recibido varias comunicaciones de lectores y vistantes de iFriedEgg, incluído el profesor emérito de una universidad importante de los Estados Unidos, que me dicen que han empleado el texto como fuente de información para sus trabajos.

Por mi lado, toda la información del artículo no es originaria en mí, sino que la acopié de otras fuentes —fotografías incluidas—. De aquellas con las que pude comunicarme solicité autorización para su uso. Algunas no contestaron, pero todas fueron acreditadas en el escrito y si una en particular mañana exigiera su remoción, sin duda complaceré su demanda. Bajo SOPA y PIPA, este artículo de los Leylands en Cuba, llanamente no existiría. Y no soy sólo victimario, sino víctima también: a menudo me topo con mis artículos en otros sitios de la red sin haber pedido mi visto bueno para ello, y a veces aparecen sin citar siquiera mi autoría. Probablemente se trate de un enfoque romántico de mi lado, pero prefiero este estado de cosas de la libre circulación de la información y las ideas en tanto encontremos una forma para detener la piratería electrónica... pero sin duda ni SOPA ni PIPA lo son.

Por si fuera poco, la culpa de la piratería con frecuencia la tienen las restricciones, la negligencia, el abandono y la apatía de precisamente las fuentes originarias de la información que ha sido robada. Especialmente las entidades que generan y atesoran registros sonoros y/o de imágenes son culpables del hecho, y así su egoísmo se vuelve contra ellas. Un ejemplo: durante casi toda la década de los ’90 no había forma de obtener el CD de la banda de rock Dream Academy, continente de la canción Life in a Northern Town, que fue un hit en la década precedente. A los coleccionistas no les quedó más remedio que “bajar” gratuitamente la melodía de proveedores como Napster y otros que no retribuían regalías a la casa matriz.

Lo mismo pasa con las televisoras. Para ver un trailer de Peter Frampton interpretando en vivo la tonada Show Me the Way en el programa Midnight Special, si no vas a Youtube, no ves nada.

Es verdad que antes —hasta casi ayer por la tarde, diríamos— no contábamos con la Internet para informarnos. Pero, como todo en la vida, una vez establecidas las cosas que funcionan, ya no se puede volver atrás ni vivir sin ellas. Ya no podemos vivir tampoco sin el avión, sin la tele, sin los celulares…

Si SOPA y PIPA logran arrodillar a la Internet hasta sus cimientos, olvídese de los noticiarios de televisión preparados al vuelo y con la noticia de no de última hora sino del último minuto, y también de la información rápida y sustanciada en la prensa plana —a pesar de balbuceante—, de que disponemos hoy.

La Internet, y ahora por añadidura las plataformas sociales como Facebook, LinkedIn, Tweeter y otras, encarnan la revolución de comunicación más grande de la historia del planeta. Todo lo que pueda cortarle incluso tangencialmente las alas a tan maravillosa cosa —defectos aparte—, merece ser vista con recelo.

Es un exceso —todavía por ahora— comparar en seriedad y cuerpo a Wikipedia con la Enciclopedia Británica. Yo tengo la mía… pero no puedo estar comprando una a cada rato para actualizar su información. Wikipedia es más maniobrable. Y Wikipedia es uno de los medios cibernéticos con más bajo sistema inmunológico para resistir la acometida de SOPA y PIPA.

Hay que poner un Stop!, como contempla SOPA en su nombre, a la piratería cibernética y al trasiego inescrupuloso de bienes e información en la Internet que, sin discusión, caen en la arena del robo. Pero lamentablemente hoy hay una tendencia a exagerar, a aplastar, a aplicar de punta a cabo un barniz totalizador sordo, ciego y mudo, que termina echando a perder las cosas que valen la pena. Ni SOPA ni PIPA son la vía y, por el contrario, a través de ellas tenemos muchas cosas que perder. Esperemos que esta PIPA se quede sin echar humo, y aquella SOPA no se la pueda tomar nadie en plato llano…

Comente este artículo o escriba sus impresiones en info@ifriedegg.com