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Quedó flotando en el aire la idea de que en vez de ser el acto de clausura de un evento deportivo, se trataba del último concierto rock antes que la tierra fuese borrada del universo por el impacto de un cometa...

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA que se transmite
ccada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET por WQBA 1140 AM,
y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET,
por WAQI 710 AM, ambas emisoras de UNIVISION AMERICA,

Posted on Aug. 13/2012

Después de 16 días en que participaron 204 países y se concedieron 2,300 medallas al esfuerzo supremo de los atletas ganadores, las XXX Olimpíadas de Londres 2012 concluyeron el domingo 12 de agosto con una ceremonia de clausura vibrante… y más roquera aún que lo que fue en ese sentido la de apertura.

Las olimpíadas del rock and roll…

Para muchos —y llevan razón— tanto el acto de inicio como el de cierre de los juegos olímpicos previos, los de Beijing 2008, pasarán ambos a la historia como los mejores, los más elaborados, y los más artísticos de todos, desde que hace por lo menos 40 años la televisión por satélite “exigiera” un espectáculo fastuoso con que celebrar la cita deportiva. Sin duda, la inauguración de las olimpíadas de Barcelona hace exactamente 20 años, alzó los estándares artísticos.

Pero las de Londres, en particular ahora con la ceremonia de despedida, quedarán como marca indeleble en las fibras de —específicamente—, los amantes de la música popular que ha movido al mundo por medio siglo: el rock y el pop.

Los británicos dieron un verdadero concierto, con lo mejor que han sabido hacer por los últimos 50 años, y de lo que son maestros: esa música.

Otra vez, aunque de manera distinta, la ceremonia de clausura, como la de apertura, paseó por la historia de Gran Bretaña, con alusiones gráficas, lumínicas, escenográficas y actorales a Dickens, Byron y Churchill, a la famosa prensa británica, y elogió lo más representativo del entorno y la arquitectura londinense. El centro de la pista fue convertida en pasarelas sobre las barras que representan la bandera inglesa.

Como ocurrió con el show del saludo, al principio el del adiós pareció aburrido, pero luego no sólo recobró el pulso, sino que elevó el ritmo.

Desde que se presentara en proyección la efigie de icónico actor Michael Caine en Only Fools and Horses, que sirvió de preludio a la agrupación Madness, que interpretó su hit de 1982, Our House, comenzó el concierto, que no hizo otra cosa que subrayar al Reino Unido como el Reino de la Música, la verdadera potencia mundial del rock and roll. El hijo que supera al padre, hemos dicho otras veces, cuando comparamos en este renglón a Inglaterra con Estados Unidos.

Y no sólo del rock and rool clásico de los 60 y 70, sino incluso el movimiento new wave de los años 80, que también lo lideró Gran Bretaña, porque de ahí son los más importantes y característicos intérpretes del género. Justo por eso es que resultó una agradable sorpresa ver a Pet Shop Boys interpretar West End Girls, ataviados además con sombreros cónicos y un vestuario geométrico y estrambótico como propuso en su momento la estética del new wave.

De un sabor y de otro, no todo pudo ser incluido. Hubo ausencias notables —cuyo por qué desconocemos—, del panorama musical de las décadas de los 60, 70 y 80. Elton John, la más inexplicable de todas. Cuando sonó Pinball Wizard en la voz de Ricky Wilson de The Kaiser Chief, muchos pensaron que era una alusión a él ya que Elton la popularizó en 1975, pero en realidad el tema es de The Who, y se estrenó en la opera rock Tommy. Y fue precisamente esta banda, con Pete Townshend y su cantante Roger Daltrey al frente, quienes cerraron con broche de oro la ceremonia con un concierto que a su vez cerró con la infaltable My Generation.
Pero antes de llegar al colofón hay que mencionar otros momentos memorables —y otros no tanto, también es la verdad—, como el de Rusty Brand en su interpretación de la sicodélica pieza de Los Beatles I am the Warlus; Wish You Were Here de Pink Floyd por Ed Sheeran —en cuya banda vimos al ex-Genesis Mike Rutherford—, y la histriónica participación de Eric Idle durante la melodía Always Look on the Bright Side of Life, que nos llegó a parecer que encarnaba el final del espectáculo.
Otro instante a destacar fue el sorpresivo regreso de las Spice Girls —el secreto mejor guardado de la ceremonia como se dijo en off— en el techo del típico taxi negro londinense, ahora más mujeres. Fue un gran momento, porque generacionalmente hablando, la mayoría de los atletas de Londres 2012 creció con este quinteto de chicas.
Otras figuras grandes, grandes, como George Michael (aunque Wham! fue mencionado no vimos a Andrew Ridgeley por ningún lado), y Annie Lennox (lo mismo con David Stewart, su compañero de fórmula en Eurythmics, que no apareció), integraron el desfile de luminarias que dejó flotando en el aire la idea de que en vez de ser el acto de clausura de un evento deportivo, se trataba del último concierto rock antes que la tierra fuese borrada del universo por el impacto de un cometa.

El momento cúspide y que resultó un turning point en el ritmo del espectáculo fue el fragmento de Bohemian Rhapsody iluminado coherentemente con efectos especiales que pasó al Imagine de John Lennon, escenificado por el lenguaje gestual de niños sordomudos, y la composición del rostro del malogrado ex-Beatle, con piezas tridimensionales en un ballet que recordó las figuraciones de Cirque Du Soleil.

Y naturalmente, el otro momento más alto lo protagonizó la fantasmagórica proyección de Freddy Mercury en el concierto de Queen en el Wimbley Stadium en 1986, que derivó en el gran solo de guitarra de Brighton Rock de Brian May, miembro de la banda junto al percusionista de la agrupación Roger Taylor.

Juntos, se sumaron la voz de la escultural Jessie J —más paisaje para los ojos que para los oídos— que canto el hit de Queen We Will Rock You, cuya redoble introductorio de tambor se patea como porra en los partidos de fútbol en Inglaterra.

De nuevo, la comparación con los actos de apertura y cierre de las olimpíadas chinas podría inclinar la balanza favorablemente hacia Beijing. Pero a lo mejor no es procedente hacerlo, porque se trató de espectáculos distantes en esencia.

Los puristas amantes del deporte no sin razón señalarán que los actos de Beijing estaban más en sintonía con la naturaleza del evento. ¿Que debió convertirse una clausura olímpica en un súper concierto rock con tantos efectos especiales como los de la representación itinerante de The Wall por Roger Waters? Acaso no… pero para los fieles del rock and roll que siguieron con el mismo entusiasmo a sus estrellas favoritas que a los atletas de estos juegos olímpicos, fue el mejor regalo con que pudieron soñar. Si de música se trata, tal cual las ceremonias de China fueron insuperables en su propio espíritu, las de Londres también lo son.

 
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