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Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA que se transmite
ccada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET por WQBA 1140 AM,
y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET,
por WAQI 710 AM, ambas emisoras de UNIVISION AMERICA,

Posted on Jul. 24/2012

La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 rebasó a las anteriores. En correspondencia con la ciudad sede, de monumental arquitectura —Gaudí y su inconcluso Templo de La Sagrada Familia como mención obligada—, tenía que ser artística y desde entonces estableció el precedente para que, en lo adelante, la apertura de la magna cita deportiva del planeta no fuese nunca más una parada de atletas, simplemente sofisticada.

La de Beijing, el 08/08/08, va a ser recordada como insuperable por largo tiempo, y no sería justo —aunque resulte tentador— comparar hoy a la de Londres con la china de hace cuatro años.

La inauguración de la trigésima Olimpíada de los tiempos modernos en Londres, Gran Bretaña, el 27 de julio de 2012 no fue en realidad superior a la precedente… pero tampoco inferior. Fue… distinta. Y ya eso le merece una medalla de oro.

Un paseo por la historia de una de las naciones más grandes de la aventura de la humanidad, comenzó un poco aburridamente, atendiendo al pulso de los primeros episodios fundacionales del Imperio Británico. Pero poco a poco el espectáculo fue tomando color, para terminar en un acto vibrante y convincente.

De carácter francamente cinematográfico, cual la puesta en escena de una gran producción hollywodense como lo fueron en el pasado Ben Hur o Cleopatra, demandó un gran esfuerzo en escenografía, en actores y en coordinación, con la enorme diferencia de que si se hubiese tratado de una filmación, el director malhumorado, desde su silla alta, habría podido gritar megáfono en mano "¡corten!", si algo no salía bien. Pero no aquí, contemplada en vivo por satélite y por internet por millones de espectadores en el mundo entero.

El show —que así puede llamarse— recorrió a saltos los capítulos de la evolución de la nación a la que el mundo de hoy —y desde el siglo XIX— le debe el modo en que la sociedad —occidental—, funciona.

Los decorados en la plaza del stadium, convertido en un escenario de lado a lado, comenzó a magnificarse al abordar la Revolución Industrial Inglesa, visualmente descrita entre otros elementos por la erección de grandes chimeneas humeantes, que emergieron del suelo. Y, como de cine se trataba, el sketch protagonizado por el lelo Mr. Bean —Rowan Atkinson—, asociado a la fantasía a lo James Bond de hacer saltar en paracaídas a la reina sobre el coliseo, resultaron acentos altos y coherentes con el espíritu del acto.

Acaso se trató de un paseo por el poder que Inglaterra una vez tuvo, pero elaborado con pinzas y guantes blancos como sólo los británicos son capaces de hacer, para que no resultara ofensivo, o arrogante, y se desdoblase nada más que nostálgico.

Otras pinceladas notables del espectáculo, como el homenaje a la 'enfermera inglesa' —toda una institución moral por su antológica abnegación— en tanto que una celebración del sistema socializado de cuidados de salud del país, y la literatura infantil de allí —con Mary Poppins y Harry Potter incluidos—, que es de las grandes del mundo, completaron el panorama de una proyección histórica global inobviable.

Pero hay un aspecto que merece ser subrayado en este timeline ilustrado del Reino que fue la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres: la música, especialmente la popular.

Para nadie es un secreto que el rock and roll lo inventó Estados Unidos… pero Inglaterra, como el hijo que a la larga se hace más grande que el padre, superó a la cuna. Las más importantes bandas de la historia del género son inglesas. Y ayer recibieron su pátina de elogio en medio de la fiesta de la cual fueron parte. La música de Los Roliing Stones y de Los Beatles estuvo presente en la ceremonia, así como la de Queen y Pink Floyd, demostrando que el pentagrama de las décadas de los 50 y 60 pertenece a Inglaterra... y hasta el de los 80, porque el gran movimiento del New Wave de ese decenio cae mayormente sobre los hombros de agrupaciones inglesas, como Police y Frankie Goes to Hollywood.

Mike Oldfield, el autor de Tubular Bells —tema de El Exorcista—, se presentó a la inauguración y decoró con la famosa progresión repetitiva de las notas introductorias de la pieza una parte del guión. Además, el diseño gráfico del grupo conceptual Hipgnosis, que tantas portadas de discos creó para Pink Floyd, fue claramente perceptible en algunos momentos que recordaron las carátulas en particular de Animals y A Momentary Lapse of Reason de la citada banda. Y, al final de la noche, la presentación de una leyenda viva, sir Paul McCartney, cincuenta años continuos de música, capaz aún de mover a jóvenes generacionalmente nietos de Los Beatles con esa cohesionadora cantata que resulta siempre la coda la-la-la-lá de Hey Jude cuando se interpreta públicamente.

De este modo, la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, si no superior en lo demás a la de Beijing, en cuanto a música sí lo fue, y deja un recuerdo imperecedero de la contribución de Gran Bretaña en ese acápite importante de las últimas cinco décadas.

 
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