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Cuba pierde capacidad de cabildeo

Tras las severas críticas que la dictadura castrista ha recibido en el Parlamenteo Europeo, se esconde la debilidad del gobierno de Raúl Castro.

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com

Posted on March 10/2010

La tiranía castrista pasa por un mal momento, fruto de la convergencia de dos factores terribles para ella: la huelga de hambre de opositores al gobierno dentro de Cuba, y la condena casi masiva de la Eurocámara a la trayectoria sostenida del regimen comunista de La Isla de atropellos a los derechos humanos. Ambas cosas están concatenadas.

La muerte del prisionero político Orlando Zapata tras 85 días de huelga de hambre ha sacudido a la opinión pública internacional y ha generado un tsunami de críticas, salvo las penosas descaracterizaciones del caso por parte de algunos artistas de vocación comunista, y el vergonzante paralelismo entre presos de opinión y comunes que infelizmente hizo el presidente brasileño Lula da Silva (de tan magna metedura de pata tendrá tiempo de arrepentirse lo que le queda por vivir).

El deceso por rebeldía pasiva de Zapata ha izado una bandera roja de atención sobre la situación cubana y constituye una reacción a la dolorosa abulia del mundo sobre el padecer de Cuba. El sacrificio del disidente se ha acentuado en su visibilidad ahora por un segundo capítulo de ayuno, practicado por Guillermo Fariñas. Pero más allá del estudio que merece este tren de huelguistas —Bonne Carcasés, otro disidente cubano, ha dicho que reemplazaría a Fariñas en caso que éste pereciera en el empeño— por el matiz de la raza (los tres oponentes son negros cubanos) hay una lectura escondida en el hecho de la firme postura de la Unión Europea a contrapelo de todo los esfuerzos del actual gobierno español, encabezados por su presidente José Luis Rodríguez Zapatero y su canciller Miguel Ángel Moratinos, que persisten en santificar a la dictadura de Castro y que la organización mantenga su plug conectado a ésta, ignorando lo que aquélla haga o deje de hacer en materia política. Esa lectura escondida dentro de la propia proyección actual de la entidad, es la pérdida de la capacidad de cabildeo de Cuba y, como en una matrioshka, significa a su vez la falta de carácter de Raúl Castro. La resolución del Parlamento Europeo condenó por 509 votos contra 30 y 14 abstenciones la muerte de Zapata, y exigió la liberación inmediata e incondicional de los presos de consciencia. Ni siquiera en las más hostiles acorralamientos a la dictadura ante el Comité de Derechos Humanos en Ginebra se ha escuchado un lenguaje tan duro contra Cuba comunista como se les oyó en el decir a algunos eurodiputados en este hemiciclo.

En otra época, esta derrota pública acaecida ahora en el 2010 a la dictadura de los hermanos Castro no habría sido tan aplastante o simplemente no habría ocurrido, y eso se debe a la ausencia del histórico cabildeo —y léase chantaje y coacción también al mejor estilo mafioso— proveniente de La Habana. Lo que ha pasado en la Eurocámara es una muestra patente —y a la vez, paradójicamente, inadvertida— de eso mismo. Bajo el ropaje de las diatribas ignoramos que éstas, profusas, en catarata, vigorosas y aplaudidas, emanan directamente del hecho de que el gobierno de traspaso de Raúl Castro y él mismo en su persona, carecen del poder que ostentó una vez su hermano mayor. La defenestración el año pasado de Carlos Lage y de Felipe Pérez Roque ha dejado un vacío de influencia de Cuba en los foros en el extranjero. Por primera vez en medio siglo, a la cíclicamente siniestrada nomenclatura que habita en los bunkers ideológicos de La Plaza de la Revolución le faltan nombres sonoros con que reemplazar a los guillotinados de turno —¿cómo se llama el actual cnciller cubano?—. La desconfianza mutua y acaso las pugnas que no infundadamente imaginamos pero cuya tesitura todavía no podemos escuchar, son un cáncer desencadenado aún asintomático que corroe el poder actual en Cuba y nos convence de la existeacia de una crisis creciente y irreversible, a pesar de silente. El olor de ésta en cualquier momento comenzará a cruzar los resquicios de las puertas cerradas. El históricamente largo brazo mecánico a distancia de la Revolución se ha quedado sin operador. Los viejos de la cúpula ya lo son mucho, la generación de reemplazo más inmediata ha sido neutralizada, y no hay nada en la incubadora que garantice la próxima oclusión de pollitos rojos. Y para colmo de males falta ya el elemento aglutinador de la amalgama: Castro, que aún como renquenate líder podría garantizar cierta estabilidad, pero que ahora cada vez más, como en ese conocido efecto cinematrográfico para el mutis, se esfuma en disolvencia. En La Habana, en la primavera del 2010 ha muerto el comandante en jefe. Allá, postrado en un sillón, sólo queda un viejito que defeca por el costado, con un carnet de identidad en el que aparece el nombre de Fidel Castro...

Son malas noticias para la dictadura, buenas para la democracia en ciernes, que aguarda su chance para salir de la sombra de las palmeras. No podemos observar la pose del Parlamento Europeo sólo como la feliz, justa, y esperanzadora —aunque tardía— toma de consciencia que por tanto tiempo los defensores del futuro democrático de Cuba han anhelado aunque así lo sea, sino que se trata de la consecuencia de la primera manifestación de la fase de descomposición final de una dictatura atroz a la que ahora le empiezan a faltar anticuerpos para defenderse de virulentos ataques en las plazas internacionales. Ya ve que no todos los pacientes en coma merecen compasión. Enhorabuena, celebremos su gravedad.

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