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MATA HARI
La espía sexual

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial
EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes de 5:00pm a 7:00pm ET,
por la 710 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.

(Originalmente publicado en 2003 en la revista ÉL&ELLA,
de la que el autor de este artículo era su jefe de redacción).

Una de las historias reales más fascinantes es la de Mata Hari.

La vida de Mata Hari es tan novelesca, que incluso hoy hay quienes creen que se trató de una leyenda, pero no es así. Mata Hari fue un ser de carne y hueso —sobre todo mucho más de lo primero que de lo segundo— y su paso por la Tierra fue tan real como el del que más... sólo que su experiencia existencial distó mucho, muchísimo, de la de las personas comunes.

¿Y qué fue lo que hizo a esta mujer tan especial? Pues, varias cosas que convergieron en ese paquete único que fue su cuerpo y su vida. Mata Hari era una mujer bella, sensual, inteligente, y recipiente de una combinación sin precedentes: espía y objeto sexual.

Nacida en Holanda el 7 de agosto de 1876, Margaretha Geertruida Zelle, fue una bailarina, cortesana y aventurera. Hija de Adam Zelle, un modesto sombrerero holandés al que sus vecinos apodaban El Barón por sus delirios de grandeza y sus costumbres extravagantes. A los seis años, la nena fue matriculada en el colegio más caro de la ciudad y enviada por su padre el primer día de curso en una carretela dorada tirada por dos cabritas blancas enjaezadas como para unos esponsales principescos. Las burlas de sus compañeras no hicieron mella en la futura Mata-Hari que descubrió pronto el placer de verse —no matter what— convertida en la diana de todas las miradas. "Era diferente de las demás niñas —dijo años más tarde una de ellas—. En su naturaleza estaba el deseo de brillar".

La que luego fuese Mata Hari, se casó a los 18 años en Amsterdam con el capitán Rudolf Campbell Mc Leod; él era 20 años mayor que ella.

Mc Leod fue nombrado comandante del primer batallón de infantería en Java y allí se trasladaron ambos esposos con su hijo Norman. En el lugar nació luego su hija Louise. Pero este viaje y su residencia en Java no serían para ella lo que para una persona común aunque afortunada de poder viajar habría sido: apenas en una experiencia que luego contar a los amigos y más tarde a los nietos cuando se está viejo. No para Margaretha, que empezaría a interesarse por las sensuales y excitantes danzas nativas.

De alguna manera, las aprendió y a quien primero las bailó, naturalmente, fue a su marido que, espantado por el don erotizante de su mujer, la llamó disoluta y viciosa —total, él tenía una concubina local—. Pero a ella parecía fascinarle su propia danza, que se regalaba a sí misma en largas horas de placer a solas ante el espejo. En cierto modo, en este punto empezó a nacer Mata Hari.

En realidad, algunos historiadores apuntan —y en verdad resulta muy razonable—, que a su marido al principio esas danzas le encantaban, pero se desconoce por qué lo que en un momento fuera hechizo se convirtió luego a sus ojos en perversión, y así, entre los reclamos de él y las insitencias de ella, se desató un infierno conyugal. Tal vez, todo ocurrió porque Margaretha parecía desconocer cuándo en la vida hay que parar...

El caso es que el matrimonio fue cubierto poco a poco por el manto negro de la desgracia. Uno de sus dos hijos murió envenenado aparentemente por su niñera —fue lo que convenientemente se dijo—. En realidad el niño falleció por complicaciones de la sífilis heredada de su padre, que se había vuelto un hombre promiscuo.

Las peleas continuaban y al comandante le había dado por beber en demasía. Él se volvió alcohólico y ella no renunciaba a sus provocativas danzas.

Tras separarse después de cinco años de matrimonio, Margaretha inició un romance con otro oficial holandés, Van Rheedes, también destacado en Sumatra. Pero para algunos historiadores no está claro todavía cómo fue que la vida de la mujer tomó el rumbo que en breve la convertiría en la célebre Mata Hari, aunque es posible que recibiera una oferta de trabajo de la oficina de contraespionaje británica.

En 1905 se hizo bailarina. Y famosa. Y se llamó Mata-Hari, que significa "El Ojo del Alba".

Las postales de Mata-Hari vestida —...o desvestida también— de bailarina exótica, se vendían en su época.

Sus actos sobre el escenario consistían en una secuencia de deshacerse de sus sensuales velos —de arrancada muy provocativos porque eran de color carne— hasta quedar expuesta al público con un brassier de joyas —que usaba sólo porque tenía complejo de su senos pequeños—, pero se dice que en ocasiones también se lo quitaba.

Tuvo la mala suerte de estar actuando en Berlín, Alemania, cuando estalló el conflicto armado de 1914, que más tarde se conocería como la Primera Guerra Mundial. Por esas fechas, era la amante del jefe de policía de la ciudad, y un poco más tarde de Kraemer, cónsul alemán en Amsterdam... y jefe del espionaje de su país (luego los franceses esto no se lo perdonarían).

Lo cierto es que Kraemer piensa en ella para sacar información a los militares franceses. A cambio, naturalmente, de sumas considerables. Tras el regateo, Mata-Hari acepta y se convierte en la agente H-21. Pero la bailarina era ambiciosa. Y, lo peor, inconstante en sus afectos, y tal como había hecho siempre con los amores, decidió jugar a dos barajas y convertirse en agente doble.

Ni corta ni perezosa se ofrece en París al capitán Ladoux, a quien sabe al frente del Servicio de Espionaje y Contraespionaje francés. Pero Ladoux, un experimentado oficial, sagaz y desconfiado, a partir de ese momento se dedica a vigilar todos sus pasos. Una mujer bella como Mata-Hari que no puede pasar inadvertida, resulta ser una pésima espía. Y si además es propensa a la mentira, al embrollo y a acostarse con cualquier apuesto caballero con tal de que tenga un par de galones, influencias, poder y mucho dinero en los bolsillos, las cosas pueden complicarse bastante...

Pese a estar muy enamorada por aquel entonces del oficial Vadim Masslov, varios años más joven que ella, sus intrincados asuntos de alcoba entre Madrid, Amsterdam y París, acelerarán su detención, que ocurre el 13 de febrero de 1917, en plena Primera Guerra Mundial. Es arrestada en su propia habitación del Hotel Elysee Palace en la capital francesa. Se había desatado la espiral en su contra, y es acusada de espionaje.

En el interrogatorio se volverían contra ella sus últimas andanzas con la milicia: "Desde junio de 1916 habéis entrado en relación con los militares de todas las nacionalidades que estaban de paso en París...", le dicen; "el 12 de julio habéis almorzado con el subteniente Hallaure... del 15 al 18 de julio habéis vivido con el comandante belga De Beaufort... el 30 de julio salísteis con el comandante de Montenegro, Yovilchevich... El 3 de agosto con el subteniente Gasfield… el 4 de agosto os citábais con el capitán italiano Mariani... el 16 almorzábais con los oficiales irlandeses Plankette y O'Brien, y el 24, con el general Baumgartem...".

Chequeada, seguida y observada hasta donde no pudo imaginar, el listado continuaba extensamente mientras sus interrogadores lo desgranaban. Mas para sorpresa de éstos, Mata-Hari aseguró que amaba a los militares de todos los países y que sólo se acostaba con ellos por puro placer, no para sacarles información.

¿Fue en realidad una espía Mata-Hari? Es muy probable que ésa, la de decir que se llevaba a la cama a los militares sólo por gozar, fuera la única verdad que dijo en su existencia. Y dicen que estuvo enamorada toda la vida de su marido y que por eso buscaba en los brazos de otros oficiales el amor de su amado comandante.

El tribunal francés la acusó de alta traición y la responsabilizó de la muerte de 50 mil soldados. La verdad es que la condenaron a muerte sin pruebas concluyentes. En parte, para subir los ánimos de un país en guerra, al que se le ofrecía una sensacional ejecución —nada más y nada menos que de una bella mujer— con intenciones moralizantes.

Murió fusilada en París con una serenidad inusitada el 15 de octubre de 1917. Vestida y maquillada como para una gran ceremonia o conquistar al próximo galán uniformado, estrenó vestido y guantes. No permitió que le taparan los ojos y miró sin rencor a los oficiales del pelotón de fusilamiento. Dicen que hasta les sopló besos con las manos. Tras los disparos cayó de rodillas. Tenía 41 años. Nadie reclamó su cadáver.

En 1931, Greta Garbo protagonizó una película sobre su vida. Y si Mata Hari se inmortalizó a sí misma, más lo hizo el registro fílmico de la Garbo, que le dejó a la memoria de generaciones la imagen edulcorada de lo que muchos consideran fue el cóctel sui generis de la espía y prostituta más famosa de todos los tiempos.