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Maduro pudre Venezuela...

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA
que se transmite cada domingo de 12:00pm a 1:00pm ET
por WQBA 1140 AM, y de EL ATICO DE PEPE, de lunes a viernes
de 5:00pm a 6:00pm ET, por WAQI 710 AM,
en Miami, Florida, ambas emisoras de UNIVISION AMERICA

Posted on April 15/2013

Por un estrecho margen, los pesimistas sobre el futuro de Venezuela, a contrapelo de sus anhelos, volvieron a tener razón: Nicolás Maduro, de 50 años, el candidato de ultratumba de Chávez y que representa al oficialismo, derrotó al de la oposición, Henrique Capriles Radonski, 10 años más joven, en la elecciones efectuadas en el país el 14 de abril del 2013.

Quienes aún sin desearlo estaban convencidos que el chavismo sobreviviría Chávez, alzaron sus copas, aunque cabizbajos, porque siempre vale la pena brindar cuando se tiene razón, no importa si ésta fue de terrible pronóstico.

Casi a la misma hora que hace 101 años el Titanic chocó con el iceberg que lo mandó derechito al fondo del mar, Tibisay Lucena, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció a la nación y al mundo que Venezuela continuaría en manos de Los Camisas Rojas.

Con poco más del 99% de las boletas escrutadas, Maduro obtuvo el 50.7% de los votos, apoyados en 7 millones 505 mil 338 electores a su favor, mientras que Capriles le pisaba los talones con otros 7 millones pero de cola inferior, 270 mil 403, para un 49.07%. La diferencia fue de apenas poco más de 234.000 cédulas, que luego en su discurso triunfalista el ganador redondeó para unos optimistas 300 mil. Si admitimos como legítimos tales números, éstos, en cualquier lugar políticamente decente del orbe, propondrían de buena fe un reconteo.

Capriles así lo ha exigido, pero poco se puede hacer cuando desde La Habana el peso de miles de cubanos fraudulentamente plugged-in por el costado del sufragio volverían a derrotar al retador.

De inicio, la victoria de Maduro cose con puntadas escarlata el futuro de Venezuela, y en parte el de América Latina. Desde Caracas seguirán sosteniendo con los petrodólares y cualquier otro modo de subversión, más abstracta o más palpable, el actual andamiaje izquierdizante del continente —geopolíticamente hablando—, cuyos pilares del momento son Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, la Kirchner en Argentina, Ortega en Nicaragua, y mañana los que vendrán después. De haber ganado Capriles, por los menos las tuercas de este esqueleto bermejo al menos habrían comenzado a aflojarse.

En cuanto a Venezuela, el menú que le espera tan pronto como para la mesa de esta misma noche incluye de aperitivo más escaseces y precios altos, y de plato fuerte más represión, menos libertades ciudadanas y la desaparición de la sociedad civil. Como postre, el empobrecimiento de su economía a través del despilfarro de sus recursos en forma de obsequio a los fieles imitadores del modelo político.

Lo que viene ahora es una radicalización de Venezuela a través de un estalinismo reciclado con los afeites del siglo XXI, que Maduro resucitará. Y lo hará no sólo por convicción ideológica según la partitura que le mandan de Cuba, sino porque según lo apretado de la elección, casi mitad y mitad, es la única receta que le mantendrá aferrado al volante de su nuevo autobús grande.

El hecho de que una elección cualquiera se resuma fifty-fifty, garantiza no otra cosa en su sociedad que un perspectivo sendero de amargas rivalidades, que en el caso de Venezuela, polarizada agudamente por 14 años, serán sazonadas por lágrimas, sangre y violencia, al punto supremo del empalago, que es la repugnancia…

Y en este esquema de perpetuidad están los Castros, más felices que nunca antes porque Chávez ya les apestaba incluso antes de morir. No resultaría dscabelleado pensar que al flamboyanesco Comandante Bolivariano lo enfermaron y mataron en la Clínica Cira García de Miramar. El hombre fuerte de La Habana en Caracas es Nicolás Maduro, que para algo lo hornearon en la academia de Ñico López del PCC, en cuya graduación le obsequiaron el mismo bigotito ratonil que usan los cinco espías… y la prodigiosa capacidad de hablar mierda. Después de Raúl Castro y el personaje de Raymond del sitcom homónimo de la televisión norteamericana, Maduro es el hombre en el planeta que más sandeces pronuncia (sic. El pajarito…).

El lunes 15 de abril de 1912 se produjo el naufragio más grande de todos los tiempos. El lunes 15 de abril de 2013, el primer día bajo el mandato oficial de Maduro, Venezuela se hundió hasta sus cimientos. Y quién sabe si nunca más reflotará. Cuando la última esperanza se diluye, la realidad deviene quimera.

Ahora es que en verdad ha cambiado la historia de la ciudad de El Doral en el área de Miami en la Florida: sus alcaldes de por lo menos los próximos 25 años serán venezolanos. Y ya veremos inaugurar los Arepazos 3 y 4, y 5, y…

Capriles esta vez llegó más lejos de lo imaginado. De retador tenue aunque con una candidatura no tan fofa como la de plastilina de Rosales, creció, y desde las limitaciones innatas de ser la única alternativa a mano contra el oficialismo, revitalizó las ansias de la Venezuela perdida y, como el paraíso, estuvo a punto de recobrarlo. Pero de haber ganado, el panorama ante sí habría sido más cuesta arriba aún que la propia elección, y acaso con menos posibilidades aún de coronar exitosamente la cima. Capriles tendría que sacar al país de la crisis económica y aún más de la moral y social en que regímenes populistas —y sí, chusmas también— como el de Chávez y los Castro, hunden a su gente. Capriles tendría que hacer retornar la majestad debida a la presidencia y dejar detrás como un capítulo bochornoso de la nación aquél en el que Chávez y su heredero designado hicieron de patéticos cantores y tamboreros ante las cámaras y micrófonos del país. Capriles habría tenido que reconstruir PDVZA no sólo desde el punto de vista estrictamente productivo sino institucional, y hacerse además de una coraza para enfrentar las urgentes demandas de restitución general de la Venezuela, en un veloz período de tiempo verdaderamente inconexo con las posibilidades reales, pero cuya brevedad exigirían partidarios y detractores.

Capriles, aún más allá de la estatura que alcanzó hasta casi la medianoche del 14 de abril de 2013, habría sido pues el hombre histórico que re-enrutaría a Venezuela, pero por ahora nos hemos quedado con las ganas de ver si habría sido capaz como presidente, de lograr lo que tendría que lograr.

¿Y para hacerle darle traspiés? Pues, he ahí La Habana, con todas las ganas del mundo para hacerlo tropezar, porque allí saben muy bien que precisamente Capriles, de cerrar la llave de paso del viaducto invisible que termina en Cuba, hubiese podido poner de rodillas a la economía de La Isla, que halló en la Venezuela chavista el substituto del subsidio energético soviético, desaparecido tras la caída del Muro de Berlín.

El gobierno de Capriles habría sido tambaleante. Y, al primer escandalillo de corrupción… ¡cataplum!

Pero no pasó….

Sin embargo, en algún modo el perdedor ha sido Maduro. El nivel de participación en las urnas fue del 78.71% (unos 19 millones de votantes), inferior al 80.84% de las elecciones de octubre, cuando el poder titular obtuvo 679,094 votos más de los que ha conseguido Maduro ahora, y una superioridad de más de 1 millón y medio de boletas sobre Capriles. Chávez siempre tuvo márgenes más amplios; ahora los seguidores del extinto líder han perdido casi 700 mil votos.

Si no hubo fraude a favor de Maduro, Maduro no debe haber celebrado con mucho entusiasmo su victoria durante la madrugada. Si hubo fraude a su favor, entonces no debe haber dormido. El primer sorprendido de lo que de cierta manera él mismo puede haber interpretado como bajos índices de popularidad si se compara con quien él llama su padre político, es el mismísimo Maduro, que seguramente apostaba que barrería en votos... y así no ha sido.

Ni siquiera llevar el cadáver de Chávez sobre los hombros como Caupolicán el tronco, le agenció sacarle una cabeza a su oponente, sino apenas una nariz. No siempre andar con un muerto a cuestas da buenos resultados.

Por eso su discurso de Victoria fue carente de la tradicional euforia chavista.

En este mismo modo de razonar, habría que decir también que en las oficinas del Comité Central del Partido en la capital cubana un escalofrío recorrió sus estancias y pasillos. ¿Qué pasará cuando Fidel Castro muera… podrá ser usado como bandera y coramina para energizar a un proyecto moribundo? Probablemente no, ni embalsamado siquiera…

Lo que ha pasado en Venezuela, a pesar de sus resultados, es una lección que los comunistas de La Habana deben haber atendido con dedicación, y un espejo en que se miran y ven a sus espaldas transparentarse fantasmas.

De todas maneras, Venezuela entra en un nuevo episodio que no la aleja del golpe de billar cuando en 1999 Chávez la apartó de su derrotero de democracia imperfecta, pero democracia al fin y la cabo.

Prevalece todavía, aunque las circunstancias simulen otra cosa, si de consuelo vale, un poco de verde en el corazón de los venezolanos de arraigo democrático y los ciudadanos del mundo que ven boquiabiertos cómo en pleno siglo XXI todavía retoña y ejerce una ideología y un sistema perversos y fracasados, capaces de anestesiar a multitudes. Puede brillar así y todo todavía una esmeralda —aunque tímidamente— en la ilusión de cada quien porque la casi absoluta paridad de los votos indican que en la patria de Bolívar en el tercer milenio no todo está perdido, y que queda potencial, allí tirado en el fondo del cajón, para salvar al país. Pero por el momento, aunque las inalcanzadas uvas de los anhelos están verdes, ganó Maduro, y Venezuela se pudre…