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CLINTON'S finest hour...

El ex-presidente norteamericano se revela como un magnífico mediador. Logró la excarcelación de las dos jóvenes periodistas norteamericanas en Corea del Norte. Sin duda, el momento estelar de su más reciente desandar político...

por Pepe Forte/Editor de i-Friedegg.com
Posted on Aug 6/2009

Pocas veces en la vida alguien pudo experimentar una alegría tan grande al verse volviendo a casa. Ésa, únicamente comparable a la de Ingrid Betancourt cuando a bordo del helicóptero rescatista le dijeron que ya no era más una rehén de las FARC, es la que debieron haber sentido las periodistas Laura Ling y Euna Lee cuando el Boeing 737-800 privado que las traía de regreso a Estados Unidos tocó pista poco antes de las 6 de la mañana en Burbank, California, apenas unas 30 horas después de que ambas mujeres encanaran una de las existencias más escalofriantes del mundo: la de prisioneras políticas del régimen de Corea del Norte.

Ling y Lee fueron detenidas en marzo del 2009 por las autoridades norcoreanas en la frontera con China cuando hacían un reportaje sobre el tráfico humano en la región. El gobierno de Kim Jong-Il las halló culpables de entrada ilegal y protagonistas de actos hostiles a la seguridad nacional de Corea del Norte y las condenó a 12 años de trabajos forzados. Laura tenía 32 años, y Euna, 36.

Laura y Euna trabajaban para Current TV, medio del cual uno de sus fundadores es el ex-Vicepresidente Al Gore, de la administracion de Bill Clinton entre 1993 y el 2001. Gore fue crucial también en la liberación de las periodistas.

Hay quienes han criticado cómo hacían el trabajo las dos reporteras en la frontera chino-coreana y por tanto de algún modo han visto un lado justificable en su detención y posterior condena, y lo definen con una especie de más que un tonto “se lo buscaron”, argumento simplón, sostenido sobre el precepto del derecho de cada nación a ejercer a su manera su propia soberanía. Pero no se condena a 12 años de prisión a un periodista extranjero que viola una frontera: se le expulsa. Cuando más, se le advierte que en caso de reincidencia el castigo sería diferente. Quiénes aluden como falta la penetración de la frontera de las periodistas, olvidan que parte de lo más prolijo de la historia del periodismo pasa por la indisciplina de sus gestores. Gracias a la desobediencia de algunos periodistas, a riesgo de su vida —y lamentablemente con penosa frecuencia a costa de ella— el mundo ha podido recibir la información que necesita, particularmente las relacionadas con regímenes tan herméticos como el propio de Corea del Norte, de Cuba comunista y de otros países por el estilo de la era soviética.

Es probable que Corea del Norte, con la arbitraria detención de las dos profesionales de la noticia  haya ensayado una manifestación de fuerza hacia unos Estados Unidos bajo administración demócrata, éstas siempre más flexibles en respuestas de política internacional, especialmente con un presidente como el actual que basa su estrategia de proyección exterior en alfombras de caramelo. Mas de pronto, cuando todo parecía perdido para las reclusas, aparece Bill Clinton en escena, vuela a Corea y logra en diálogo con Kim Jong-Il que éste ceda a la súplica de liberación de las dos periodistas.

Sin duda, este es un momento culminante de la carrera política reciente de Bill Clinton.

El viaje de Clinton no fue anunciado previamente por ninguno de los gobiernos involucrados, que insistieron en que la gestión era privada. El encuentro es aparatoso además porque es la primera vez que el gobernante coreano se reúne públicamente con una figura prominente del mundo occidental desde que el año pasado circularan rumores de que había sufrido una apoplejía.

Esta es la segunda visita de un ex-presidente norteamericano a Corea del Norte. Jimmy Carter visitó el país en 1994 durante la administración Clinton-Gore justamente para limar asperezas en un nuevo episodio de fricciones en la histórica tensión entre ambas naciones. Recientemente se había especulado que Al Gore podría haber intentado el mismo contacto con que fuera Clinton quien obtuviera ahora éxito, y también se habló del posible envío del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, quien en los 90 viajó dos veces a La Península para negociar la liberación de ciudadanos norteamericanos encarcelados allá. Sin embargo, ha sido Bill Clinton la carta de triunfo en este encuentro.

Es probable que Clinton haya encontrado ahora su último carril político: el de negociador. Tras meses de inopia política, más canoso que nunca, deambulando a la sombra de su mujer encumbrada en la posición más alta del gobierno norteamericano después de la mismísima presidencia, la figura del ex-presidente parecía disiparse en las glorias del pasado mientras se adentraba cada vez más en la nueva y nada brillante definición de ser “el marido de…”.

Jimmy Carter, más allá de que nunca ha sido un negociador brillante ni infalible —well, obviando los acuerdos de Camp David...—, ya comienza a no resistir un vuelo ni con un waterbed en primera clase en un jet, y la verdad es que no hay mejor candidato para su reemplazo en la ocupación que Bill Clinton.

Clinton era el candidato perfecto para esta negociación: tiene estatura internacional y sobre todo carisma. Y sobre todo carisma, y sobre todo carisma... y sobre todo carisma. Pero el ingrediente capital para el caso fue su relación sui-generis con la Corea comunista de los '90, cuando él era el presidente, país al que por encima de la ojeriza que le tiene a  Occidente y a Estados Unidos en particular, favoreció con un envío de cientos de toneladas de alimentos, en medio de una inminente crisis de hambruna generalizada.

¿Qué pudo haber negociado ahora Clinton —es decir, el gobierno de Estados Unidos a través de Clinton— para la liberación de las cautivas norteamericanas? Nada, según todos los despachos noticiosos. No hay un solo reporte que indique de alguna concesión de aquí para allá para que de allá para acá fuésemos reciprocados con el gesto del "perdón especial" a las dos jóvenes periodistas. Así que se trató exclusivamente de una gestión de talante humanitario. Pero hay quienes recelan que Corea del Norte dé algo sin nada a cambio. ¿Y cuáles podrían ser las fichas de cambio entre un país y otro para resolver esta situación? El programa nuclear de Corea es probablemente el único punto que generaría un diálogo entre ambas partes, pero el issue no parece calificar para el incidente de las reporteras porque en ese caso se trata ya de dos reclamos que hacer a la cancha coreana… a menos que Estados Unidos haya prometido que va hacer de la vista gorda para que Corea prosiga con sus ensayos. Si no haces mucho ruido con tus bombitas, querido amigo, yo callaré. Entonces, suelta a las chicas, camarada Kim… —por cierto, ¿dónde se metió el barquito coreano con el cohete atómico que se acercaría a Hawaii?—.

La política exterior de Obama, una reedición a lo tercer milenio de la de apaciguamiento del primer ministro británico Chamberlain, pasando por un munichismo achocolatado —y quiera Dios que nunca llegue a lo de la otra mejilla de Cristo—, podría ser capaz de extender zonas de tolerancia a focos de doctrina anti-occidental, sobre todo si hereda la abulia de una adminstración indolente como la de Clinton, que nunca quiso tomar el toro por los cuernos. De modo que a lo mejor Pyongyang recibió una dádiva. Los antecedentes nos impiden pensar que ese país otorgue sin recompensa.

Por otra parte Corea del Norte, que carece del poderío económico que sí tiene China, siempre está abierta a "negociar" para recibir una ventaja, y eso ha sido parte integral de su esquema de amenazas internacionales que hasta hoy, afortunadamente, siempre terminan diluyéndose por causa de esa conducta. 

Pero esta gestión fue de todas maneras difícil por los "detalles" colaterales y aún así se ejecutó brillantemente. Claro que tuvo que haber tenido el visto bueno de la actual administración, pero la idea de vestirla de cariz privado era componente primordial para su probable éxito. Sentarse en uno de los lados —vasos de agua efervecente de por medio con cubitos de hielo dentro— en una mesa de negociaciones con Norcorea, aún con el propósito de poner fin razonablemente a un atropello monstruoso, es un acto de equilibrio tan delicado como jugar a los palitos chinos. Japón y China, socios comerciales de primera línea de Estados Unidos podrían reaccionar ofendidos. Sin duda estas chicas tuvieron suerte. Intereses de dimensión estratégica pudieron haberlas sacrificado… 

Por el momento, si las cosas fueron tal cual se ha dicho, qué alegría ha sido arrancar a estas dos muchachas de las garras de una pesadilla existencial real, no onírica. No es muy difícil imaginar cuál habría sido la vida —si acaso valiese la pena llamarla así— de estas dos jóvenes mujeres en las tenebrosas prisiones políticas y los campamentos de trabajo forzado de uno de los países más horribles del mundo actual.

Con este triunfo, Clinton ha conseguido uno de sus más grandes logros y vuelve a demostrar no sólo su brillantez como político, sino que ha recobrado el fulgor que había empezado a opacarse. Qué buena y oportuna segunda mano de revitalizador pulimento...

La gestión memorable de Clinton antepuso la esperanza al desconsuelo; es lo que de seguro sintieron las dos periodistas detenidas en Corea cuando, sin previo aviso en medio de la incomunicación que rutinariamente practican estas tiranías, fueron llamadas a su presencia y lo hallaron en aquel corredor, de pie, con su cabecita cana, esperando por ellas. Deben haber creído que era un ángel…

Sin duda, this is Clinton’s finest hour...


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