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La CAZA DEPORTIVA:
Algún día será cosa del pasado

Una reflexión en torno a la caída del Rey de España mientras se encontraba cazando elefantes en Africa.

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA,
y de EL ATICO, diario, por WQBA 1140 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.

Posted on April 10/2012

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Imagínate a Brad Pitt y a Angelina Jolie dando felices, junto a sus hijos, un paseo por el Parque Central de New York. Angelina y Brad, según lo patrones culturales contemporáneos, son considerados, como pareja, una físicamente bella y saludable.

Ellos están en su ambiente, que conocen. Suelen caminar a menudo por ahí y sus hijos disfrutan cada salida. Pero un león se ha trasladado en avión desde la pradera africana hasta el Central Park y, fusil en mano, agazapado tras unos arbustos, espera a que la pareja, ajena a su presencia, se acerque más.

Cuando el león considera que ya no puede errar el tiro, apunta primero a Brad Pitt, a la cabeza, y dispara. El actor cae inmediatamente, muerto. Y antes que Angelina tenga tiempo de reaccionar, el león dispara por segunda vez, ahora al pecho de la actriz. Al cazador le pareció el rostro de la hembra demasiado bello —recordemos que el león ha elegido a esta pareja entre otros transeúntes porque le ha parecido la más hermosa—, y con tal de no arruinar con un hoyo de bala su frente, por eso le apuntó al corazón.

Angelina y Brad no saben lo que es un fusil, ni pueden comprender ni interpretar su estampido, como no sea el sobresalto que genera todo ruido que interrumpe la calma y el silencio.

Ella también cae junto a Brad. El león sale triunfal de su escondite. Le acompañan otros leones. Entonces se acomoda orondo entre los dos cadáveres, le pone una pata encima a la espalda de Pitt que yace bocabajo aunque con la cara mirando al frente, y así otro león le toma una foto con su cámara.

Después, el león carga con los dos cadárveres mientras ignora a los hijos de Brad y Angelina, que se quedan desconsolados y llorando en el parque sin entender qué pasó.

Más tarde tira los cuerpos de Angelina y Brad en la cajuela de su camioneta y se va a un mercado en las cercanías del Parque Central. Los cadáveres inertes, se sacuden a cada bache con el patético bamboleo de los cuerpos muertos. Mientras al pasar, los demás animales comentan con admiración que qué bello par de ejemplares humanos…

Ya en la carnicería, el león le corta la cabeza a sus víctimas y se las deja a un taxidermista. El taxidermista se queja de por qué la cabeza Brad tiene el disparo. El león se disculpa diciendo que sabiendo que era el macho no podía darse el lujo de fallar porque a lo mejor, en el afán de proteger a su pareja y a la cría, Brad le habría embestido. El taxidermista dice conciliador que no importa, que él hará su magia, aunque el trabajo en la cabeza de Pitt le costará un poquito más. El león le extiende un cheque por adelantado, con la mitad del valor de la faena.

Semanas después, el Rey de la Selva, allá en su madriguera en África cuelga las cabezas de Brad Pitt y de Angelina Jolie — con negros ojos de vidrio—, una al lado de la otra en la pared y se vanagloria de ellas como si fuesen dos trofeos de guerra.

El león no mató a Brad y a Angelina para comer. Los mató por el placer de una actividad que él practica, que se llama Caza Deportiva.

Desde que según la Biblia Jehová Dios a través del Pacto del Arcoiris una vez concluido el Diluvio Universal autorizara a Noe a matar animales con el propósito de comer, el acto, según las Sagradas Escrituras, tenía la justificación de alimentar. Pero éstas condenan a Nemrod…

En estos días el Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, ha hecho noticia. Se fue de cacería a matar elefantes —suponemos que con el fusil para ello que menciona Roberto Carlos en su canción “Progreso”— a un parque en Bostwana, por un precio en euros equivalente más o menos a $60 mil dólares. Dicen que se fue con su amante, mientras su esposa, la Reina Sofía, celebraba en su natal Grecia la Semana Santa Ortodoxa. Estando allá —ella en Grecia y él en África— el Rey se cayó y se fracturó la cadera. De no ser por esto, nadie se habría enterado…

Aparentemente, el pueblo español está ofendido no sólo por la infidelidad del Rey, sino porque el monarca gasta en asuetos el erario público de una nación que está en profunda crisis económica. Pero… y de matar elefantes, ¿qué?

El Rey de España en este instante no es más que la punta visible de lo que millones de hombres y mujeres practican diariamente en el planeta: la Caza Deportiva. Y la Caza Deportiva es lo mismo que nuestro símil del león y Brad Pitt y Angelina Jolie: irse al hábitat de una criatura salvaje, acecharla en su inocencia y, tras escoger el ejemplar más bello y saludable, dispararle. Mire usted, que le dicen cazar, no matar… aunque a nosotros se nos antoja uno de los eufemismos más hipócritas de que es capaz el ser humano.

Cada quien tiene derecho a solazarse como le venga en ganas. Y también nosotros lo tenemos a expresar nuestra antipatía por una práctica que consideramos innecesaria y criminal.

Dicen los que la ejercen que es emocionante, más aún si el cazador se enfrenta, como hacía Hemingway —y ahora el Rey— a un animal que puede matarlo. Porque la muerte en la Caza Deportiva siempre hace tablas: lanza sus dados y apuesta por uno u otro lado, pero siempre mata.

Los cazadores insisten en que este duelo dispar es legítimo. Pero nosotros recordamos la abusadora tranquilidad con que el Yanqui de Connecticut en la corte del Rey Arturo, con su trajecito de maromero, le dispara con un revólver a Sir Launcelot, de lanza y armadura.

Y dicen también que escopeta en mano y todo hay un punto en que quien está en desventaja es el hombre frente a al animal. Que por eso no cazan con paintball guns. Caray, me gustaría que así fuera... a ver, a ver.

En la Caza Deportiva no se caza de mentiritas, como en la Pesca ídem, en que una vez enganchado el pez —que no llega a categoría de pescado porque le quitan el anzuelo de la boca— luego lo liberan y lo lanzan (aunque herido) al agua de nuevo.

La caza es una industria millonaria. En Estados Unidos, un país cuya fascinación por las armas forma parte consustancial de su propia fundación, los cotos y clubes de caza y sus miembros son incontables.

En el caso de Bostwana, quien sabe si sale alguien por ahí y nos aclara que es justificable la caza en el parque porque los dividendos que ello reporta sostienen al país, y que la carne de los animales cazados alimenta a la población del sitio. No sé… y hasta podría ser un argumento plausible. Pero mi parte no veo otro disparo a un portentoso elefante que el que le haría con el teleobjetivo de mi cámara en un safari africano.

Si todavía hoy la caza resulta un hecho tolerable en el mundo del Siglo XXI es porque aún se le contempla con la misma ceguera que hace siglos nos impedía ver a la esclavitud como la ofensa que a la dignidad humana era, o el racismo. Para que cada cosa errada de la humanidad llegue a un nivel de consciencia colectiva de las naciones que reivindique el camino torcido, se necesita de tiempo y, lamentablemente, unas llevan más tiempo de cocción que otras. La Caza Deportiva todavía está cruda sobre la hornilla. Es una pena que la sociedad haya tenido más clarividencia acerca del pernicioso hábito de fumar que sobre la Caza Deportiva.

Mientras, todo lo que nos queda es sacudir corazones para que reaccionen, y apostar a la profecía de Borges, que dicen que un día caminado por Buenos Aires de la mano de un amigo, al ver que por una calle se aproximaba un camión de carnes y por otra un batallón del ejército, le dijo, “¡míralos bien, que ésas algún día serán cosas del pasado!”.

 
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