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La MALA FAMA de Gina Montaner
por JUAN MANUEL CAO
Posted on Nov. 7/2009

Gina Montaner se ha escrito una gran novela. Profunda y maravillosa. Madura en el contenido y en la forma. Sin concesiones a la mediocridad, ni a las modas literarias, o a lo que se espera de ella como mujer o como cubana. Ha escrito una obra universal.

La Mala Fama es un libro que va a levantar ronchas, y quienes se acerquen a él buscando reminiscencias autobiográficas podrían en su lugar verse retratados. Porque el personaje central de la trama, Andrea, no está dispuesto a dejarse domesticar, y en ese afán, ve con demasiada claridad nuestras miserias. Y como ella es peligrosamente autocritica, no tiene miedo exponer las suyas.

Andrea, como Gina, se niega a escribir literatura de género: novelas de mujeres y para mujeres. Eso lo deja claro desde las primeras páginas: “Yo, que desde pequeña había odiado la implícita docilidad de las niñas y me había propuesto vivir con la despreocupación de un hombre y escribir como mis autores favoritos, con la prosa desnuda, fálica y pulida. Transparentemente viril. Había huido como la peste de las autoras de moda con sus sagas de mujeres intuitivas y apegadas a la tierra… Criaturas voraces que entre las piernas escondían un gran batido de papayas, mangos, anonas y otras frutas salvajes… Mujeres que tenían premoniciones, sufrían levitaciones y se levantaban en medio de la noche poseídas por sueños, presagios y comunicaciones telepáticas con una madre muerta que desde el más allá les soplaba recetas para curar el desamor. Me resisto”.

Como ven, Andrea es una mujer difícil, mucho más que la de John Irving. Una rebelde nata. Porque éste es sobre todo un libro contra las servidumbres: las que impone la vida vacua, las religiones engañosas, la mediocridad. Es sobre todo eso: un alegato contra la mediocridad. El personaje negativo de la trama es el mediocre incorpóreo: el que acecha detrás de un empleo cómodo, una familia estable, un éxito previsible o un porvenir garantizado. “El neón de la oficina te está matando”. Y por eso Andrea se busca falsas aventuras y se va a la India, y se atreve en los burdeles de un barrio putrefacto de Bombay, o se larga on the road por todo California, imitando a sus héroes de la generación Beat, negada a ser una turista del montón, “pero sin renunciar a su cámara Canon y su guía Frommer’s”.

¿Qué más? La Mala Fama es la historia de una mujer que no puede escribir, que enfrenta permanentemente el dilema de la página en blanco, que hoy en día es el de la pantalla en blanco. Porque Andrea es una mujer del primer mundo y sufre unas neurosis para las que en el subdesarrollo real tal vez no se tenga tiempo. Pero eso no quiere decir que los problemas de la protagonista no sean reales: lo son el desarraigo y esa suerte de bulimia literaria que terminaría por matar a cualquier persona mínimamente creativa.

Gina Montaner rinde homenaje en su novela a Roberto Bolaño, un chileno que se ha convertido en escritor de culto para las nuevas generaciones. Su muerte prematura en Barcelona no ha hecho más que acrecentar el mito. Pero los detectives de Bolaño nunca habrían entendido a Andrea, por muy salvajes que fueran. Gina admira a Bolaño, pero ella escribe mejor que su maestro. Escribe mejor incluso que Philip Roth.

Gina trastoca el tiempo narrativo, pero no juega con él, no a la manera de los vanguardistas o los del boom. No se le notan las costuras. No da vueltas de aquí para allá. Los hechos transcurren siempre en el tiempo que ella los narra, transformando pasado o futuro en un presente permanente. Se dice fácil, pero es dificilísimo escribir así.

El momento que más me gusta de la novela es cuando Andrea y su odiosa amiga deciden impedir la muerte de siete personajes imaginarios, uno más que los de Pirandello, y la trama alza vuelo. Y esa aventura fantasiosa termina por ser más emocionante que cien viajes a la India. Y el resto no se los cuento. Descúbralo el que tenga agallas para llegar hasta el final de esta obra que es hija del más profundo desarraigo y la más refinada melancolía. Una obra que no es cubana, ni española, ni americana, porque el desarraigo no puede ser de parte alguna, vive en el fondo del alma y se va con uno a todos lados. Una obra que no es masculina ni femenina. Es simplemente buena literatura.

Una advertencia final. Si usted es un lector indolente, no se atreva.