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Mis pequeños maestros
por JUAN MANUEL CAO
Posted on Jan. 15/2010. Escrito en la última semana de diciembre del 2009.

Mis hijos acaban de cumplir 8 años. Son gemelos. Como dos gotas de agua. Con ellos aprendo muchas cosas interesantes. Por ejemplo: que el polo sur es más frío que el norte. No tenía la menor idea, se los juro. ¿Ustedes sí? También me enseñaron que en el polo norte no hay pingüinos y en el sur no hay osos polares. Tampoco sabía. ¡Y que los osos polares son los carnívoros terrestres más grandes del planeta! Yo juraba que era el león, o el tigre. Pero no, es cierto que el oso es más grande. Y además, me explicaron que el oso polar no toma agua, porque allá arriba el agua es salada, que se trata mayoritariamente de mar congelado, y que por eso se ven obligados a obtener el líquido necesario de la sangre de sus presas. Incrédulo busqué en Wikipedia y la enciclopedia virtual les dio la razón.

Mis hijos dicen esas cosas sin altanerías, como lo más normal del mundo. Pero yo, que me creía un hombre medianamente culto, descubro que soy un ignorante. No sabía, por ejemplo, que los elefantes de África tienen las orejas grandes y los de Asia chiquitas. Fuimos al zoológico y ellos señalaban, “¡mira, un elefante africano! ¡Mira, ese otro es asiático!” y yo, sobradamente burlón, les pregunté ¿Y ustedes cómo saben eso, les pidieron el pasaporte? Mas ellos, con infinita paciencia, me explicaron la diferencia.

Esta semana de vacaciones he aprendido más. Por ejemplo, que muchas de las aves de la época de los dinosaurios eran en realidad reptiles voladores y que el pato Donald vive en un barco. Nunca me había percatado. Que la ballena azul es el animal mayor de la tierra y que Mickey Mouse tiene una vara de pescar como la mía en su casa de Disney World. Estuvimos allí y lo comprobé con mis incrédulos ojos.

Hoy por la mañana uno de mis hijos me preguntó que cuántos pies yo tenía y le contesté que dos, como era obvio. Pero para ellos no hay nada obvio; me aclaró que él quería saber cuántos pies yo tenía de estatura. Entonces le respondí orgulloso que seis. Me miró de arriba abajo y me dijo: “tienes el mismo tamaño que los pingüinos del cretáceo”.